Frente a un colegio se ubicaba una
gran plaza que curiosamente tenía una puerta pero no había ninguna reja que la
rodeara.
Para entrar a la plaza no hacía
falta pasar por la puerta lógicamente, pero sí para llegar a la biblioteca que
estaba emplazada en el medio de ella.
Otro dato curioso era que la
biblioteca pertenecía al colegio que estaba frente a la plaza, sus usuarios concurrían
a la biblioteca entrando por esa gran puerta. Ellos sólo sabían de la
existencia de la misma.
Recuerdo que un día acompañé a mi
amiga Carolina a devolver un libro y no entendía nada cuando abrió la puerta
para entrar a la plaza. La sola idea me parecía ridícula. Mi amiga me decía muy
seria que era la entrada a la biblioteca.
El paisaje que aparecía tras la
puerta era totalmente diferente al de la plaza, lleno de árboles muy altos,
bancos que invitaban a la lectura, carteles que indicaban el camino a la biblioteca,
hasta un semáforo para peatones, cosas de lo más extrañas.
Caminamos unos cinco minutos por un
sendero rodeado de pinos, hasta llegar finalmente a la biblioteca, se la veía
muy luminosa, con sus puertas abiertas de par en par y una vez dentro nos recibía
la bibliotecaria, muy alegre, se llamaba Amalia.
Mientras mi amiga Carolina devolvió
el libro que se había llevado a su casa, aproveché a recorrer el lugar, nunca
en los cinco años que había cursado la primaria había ido a la biblioteca, ni
por curiosidad.
Era un lugar realmente mágico con
estanterías bien altas de madera maciza, eran tan altas que se necesitaba una
escalera para llegar a los libros que descansaban a lo alto de la estantería.
En el sector de libros para chicos
las bibliotecas tenían forma de libro abierto y los estantes eran como los
renglones de ese gran libro, allí aguardaban historias de amor, aventuras, de
detectives, de miedo y los chicos al elegir un libro y abrirlo para ver de que trataba los hacía sumergirse
literalmente dentro del libro para vivir
en carne propia la historia.
Era una biblioteca muy completa, no
se trataba de que tuviera muchísimos libros, sino los necesarios para saciar
las necesidades de información de sus usuarios, en fín que la biblioteca estaba feliz porque
cumplía su función dentro de la escuela hasta que un día un alumno se olvidó de
devolver un libro y pasaron varios días y ese libro no pudo ser prestrado nuevamente.
La biblioteca parecía estar un poco
apagada, pero era sólo una ilusión óptica, seguía siendo un lugar muy alegre y
luminoso, según iba transcurriendo el ciclo lectivo a los chicos se les hacía
pesado atravesar la puerta y hacer todo el camino para ir a devolver un libro y
se olvidaban o no tenían ganas, pero sí iban con ganas a buscar la información
que necesitaban.
Pasaron los meses y la biblioteca
ya no era la misma, se había vuelto oscura, silenciosa y en sus estanterías no
había un solo libro, Amalia -la bibliotecaria- estaba triste porque no tenía libros
que prestar, ya que los alumnos se olvidaban de devolverlos.
Qué triste una biblioteca sin
libros...
En los pasillos de la escuela se
empezó a correr el rumor de que la biblioteca no tenía más libros y corría el
riesgo de cerrar sus puertas.
Al cabo de unos días había pasado
por la plaza y ví una cola en la puerta, era la puerta que conducía a la
biblioteca, la gente que pasaba por la vereda de la plaza no entendía nada, no
sabía que la puerta conducía a la biblioteca del colegio que estaba frente a la
plaza.
La fila era para devolver los
libros que los usuarios se habían llevado a sus casas, cada libro que era
devuelto, no sólo ocupaba su lugar de nuevo en el estante, sino hacía que la
biblioteca se volviera poco a poco luminosa y alegre como lo era. Los chicos
entendieron que la biblioteca seguiría abierta mientras los libros fueran
devueltos una vez leídos, llegando en tiempo y forma.
Finalmente me animé y fui a buscar
una novela a la biblioteca, al abrirlo encontré una nota pegada en la primera
página que decía:
”Con cada libro que no es devuelto
se pierde la oportunidad de ser disfrutado por otro lector”
26/12/2016
Si tuviera que imaginar como sería la biblioteca de mi cuento se asemejaría a ésta hermosa ilustración de mi amiga Anna Forlatti
Hace dos años que trabajo en una biblioteca escolar en un Instituto en Hurlingham, el tema del préstamo a domicilio siempre me preocupó porque los alumnos les gusta utilizar éste servicio pero les cuesta devolver a tiempo, es por eso que el año pasado tuve una pesadilla.
Soñé que iba a trabajar y me encontraba con la biblioteca vacía -sin libros-porque no eran devueltos, venían a buscar información y no podía ofrecerles nada, era una sensación muy fea. Y a raíz de esa pesadilla surgió éste cuento que compartí con los alumnos del Instituto para concientizar y hablar de los valores, el pensar en el otro, el compartir y se adapta a muchas situaciones de la vida.
Una de las interpretaciones de una alumna de segundo grado me dijo que para ella la biblioteca del cuento era imaginación de los alumnos, las tenían en sus mentes.
Cómo no me convence el título les pedí que propongan otro título y me gustaría poder ilustrarlo...espero que les guste.
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