manifiesta en su obra el interés por diversos conflictos sociopolíticos; en algunos casos referentes a la sexualidad, siendo así precursor del arte de transgénero de los 70 y los 80. También alude a las esferas de lo publico versus lo privado, o a la noción de publicidad y la autenticidad; jugando en limite con el deseo y el consumismo, que van a ser el eje de su obra, pero siempre desafiando al espectador con un rol activo.
Se exhiben instalaciones compuestas por montones de caramelos y chupetines de varios colores y formas, distribuidos en montañas, en una esquina de un ambiente, o desparramados en grandes formatos, o como si fuera una gran alfombra. En este caso para el artista es esencial el papel del espectador, ya que el mismo va a participar de la obra y es invitado a tomar piezas de caramelos o laminas de las pilas de papeles, creando la posibilidad de que la obra desaparezca paulatinamente o vertiginosamente de la exhibición, con la idea de falta de permanencia. Felix planteó la aspiración de desintegración de tales obras, en donde resigna la persistencia, en favor de una forma versátil e inestable, frágil, que se esfuma. Este concepto tiene que ver profundamente con sus vivencias personales; el artista dijo al respecto: “Quise hacer una obra de arte que pudiera desaparecer, que nunca existiera, y eso fue una metáfora de cuando Ross (pareja de Felix) estaba muriendo. Así era una metáfora que yo abandonaría este trabajo antes de que el trabajo me abandone”.
Al leer sobre ésta obra se me ha puesto la piel de gallina como a Javier Panera, director de Da2 en Salamanca.
Y Panera acabó diciendo:
Por supuesto que una montaña de caramelos la hace tu niño. Lo que no hace tu niño es conceptualizar todo lo que hay detrás de esta obra.
FUENTE: el blog de una profe que me gustaría haber tenido "La profe efervescente"
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